El legado de terror de The Misfits
Escrito por G.
Hace más de cuarenta años en un pequeño pueblo gris y somnoliento de Nueva Jersey nació un monstruo que llenó de terror a la naciente escena del punk, dejando un legado que todavía se siente en el hardcore, el metal y la cultura popular.
The Misfits fue engendrada por la mente retorcida de Glenn Danzig, quien creció leyendo a Edgar Allan Poe, obsesionado con el cine clásico de terror, y decidió combinar esas imágenes góticas y violentas con las melodías pegajosas del rock & roll de los 50. El resultado fue una de las bandas de punk más icónicas de la historia.
La combinación entre canciones rápidas, agresivas y pegajosas de dos minutos con un contenido lírico violento y a veces completamente repugnante, parece una unión hecha en el infierno; demasiado malévola para ser verdad. Y sí lo fue, pues su encarnación original—sin duda la mejor—duró pocos años, con una discografía dispersa de sencillos crudos y solo un álbum (Walk Among Us) lanzado oficialmente antes de que Danzig disolviera a la banda en 1983.
La siguiente versión de The Misfits, resucitada por el bajista Jerry Only con un grupo rotatorio de integrantes, no es la misma sin la mente oscura y el particular sentido del humor de Danzig, así como su voz profunda que le ganó el apodo de “El Elvis Malvado”. Más allá de reunirse para una serie de conciertos con los integrantes originales empezando con el Riot Fest en 2016, The Misfits es un cadáver que lleva enterrado mucho tiempo.
Pero hay una parte del monstruo que sigue con vida propia, invadiendo las calles y los centros comerciales de diferentes ciudades alrededor del mundo: su logo de calavera, conocido como el “fiend” o “The Crimson Ghost”, por sus orígenes en una película serial bajo ese título de 1946.
La calavera de The Misfits pertenece al mismo club que la boca de The Rolling Stones y el sello de Ramones, imágenes que se han convertido en parte de la cultura popular con un alcance que trasciende a la banda misma, adornando camisetas y todo tipo de accesorios utilizados tanto por fanáticos como por muchos que no lo son. Son imágenes que se sienten omnipresentes e inevitables.
Este fenómeno es más curioso en el caso de The Misfits, que más allá de la fama de su logo, es básicamente una banda de culto. A diferencia de The Rolling Stones o Ramones, no tienen un gran éxito radial que pueda ser compartido por toda la familia. Al contrario, la música de The Misfits, tan oscura, violenta, cruel y misógina como puede llegar a ser, definitivamente no tiene el fácil encanto que tiene su camiseta.
Pero una vez se adentra en el universo de terror y mal gusto creado por estos muertos vivientes de Nueva Jersey, es evidente que la calavera escalofriante, altamente contrastada de The Misfits representa a la perfección el sonido de la banda.
Glenn Danzig nunca ocultó la influencia que tuvo el cine de terror en la música y la estética de The Misfits. Las canciones “Night of the Living Dead”, “Die, Die, My Darling”, “Astro Zombies” y “Teenagers From Mars”, para nombrar algunas, toman no solo sus títulos, sino sus temáticas directamente de películas de terror de la década de 1960.
Cuando llegó el momento de diseñar el afiche para un concierto en el icónico Max’s Kansas City, segundo hogar de The Velvet Underground y The New York Dolls, la banda decidió tomar la imagen del villano de The Crimson Ghost, un serial que jugaba con los miedos de su época sobre la bomba atómica.
Ese afiche fue una de las primeras apariciones del hombre calavera, pero al incluirlo en la portada de “Horror Business”, el tercer sencillo de The Misfits, cementaron su posición como logo oficial y mucho más que eso; una mascota de la banda, su mejor embajador y representante. Una cara monstruosa e inhumana, digna de las letras macabras de Danzig.
Es difícil escribir sobre The Misfits sin reflexionar sobre su elemento más transgresor. Más que su sonido chatarra y agresivo, más que su presencia visual—con su peinado de fleco puntiagudo que denominaron “devilock” y sus atuendos de cuero con taches y maquillaje escalofriante—lo más oscuro y radical son las letras de Glenn Danzig.
Muchas canciones de The Misfits tienen melodías tan pegajosas que uno escasamente se da cuenta de los horrores que esconden, como el verso de “Skulls”, narrado por un particular “coleccionista” de cráneos:
Collect the heads of little girls and
Put 'em on my wall
Hack the heads off little girls and
Put 'em on my wall
Lo mismo ocurre en las primeras palabras de lo más cercano a un éxito que tuvo The Misfits, “Last Caress”, que retratan el asesinato de un bebé y una violación:
I got somethin' to say, I killed a baby today
And it doesn't matter much to me, as long as it's dead
Well, I got somethin' to say, I raped your mother today
And it doesn't matter much to me, as long as she's spread
Letras tan gráficas como estas pueden parecer desagradables y de mal gusto, y es fácil imaginar el rechazo y horror que generaban en papás de adolescentes fanáticos al escucharlas saliendo a todo volumen de sus habitaciones. Para Glenn Danzig, empujar los límites era precisamente la idea. “Las palabras, las imágenes con carga erótica y la música—sí se trata de un lado siniestro de las cosas”, dijo Danzig en una entrevista para The Stranger. “No quiero hacer una mierda insulsa, segura y convencional. Quiero hacer cosas sin censura”.
Una posible interpretación generosa con la banda es que las canciones de The Misfits son como pequeñas películas de terror auditivas. Parte de la diversión de escuchar a The Misfits estaría en suspender el juicio y dejarse llevar por un mundo imaginario donde está permitido pensar en horrores ficticios que de alguna manera ofrecen un escape de los horrores cotidianos de la vida real. Como en toda buena película de terror y toda buena banda de punk, hay catarsis.
Algunas de las películas de terror de serie B con las que se crió Danzig advertían a los padres no llevar a sus hijos a verlas, como estrategia para vender más boletas. Este tipo de terror con un guiño, horrible por el simple hecho de ser horrible, fue una influencia importante para The Misfits. Si uno acepta ese universo artificioso de terror que la banda intentaba crear, es más fácil digerir el contenido de sus letras.
Comprender el sentido del humor oscuro es crucial para que sea agradable escuchar canciones sobre temas tan explícitamente desagradables. El contenido llega a ser tan exagerado que se vuelve irreal, se vuelve una caricatura. Danzig soñaba con ser creador de comics, y llevó esa imaginación, esa estética excesiva al mundo de la música.
Pero el problema es que esos niveles de violencia existen en el mundo real. Muchas personas sufren de violencia como la que está retratada en las canciones de The Misfits y la glorificación de la violencia sexual hacia las mujeres se ve particularmente reprochable bajo la mirada de un mundo que intenta ser cada vez más igualitario.
No hay que olvidar que los mismos Misfits no se quedaban únicamente en el mundo fantasía de las películas de terror. Su canción “Bullet”, considerada una de las canciones más obscenas de la historia, retrata los aspectos más gráficos del asesinato del presidente John F. Kennedy junto a una fantasía de violencia sexual con su viuda Jacqueline Kennedy.
En otras canciones, el punto de vista de los narradores de Danzig no se aleja mucho de los actos de asesinos en serie que perpetuaron sus crímenes durante las décadas de 1970 y 1980. Esa comparación hace que la música de The Misfits sea mucho menos apetecible, y sin duda la hace mucho más miedosa.
Un oyente crítico termina aferrado a un pequeño rayo de esperanza de que tiene que haber un sentido del humor ahí. Si no, entonces The Misfits son realmente miedosos. Es mucho más aterrador que sus cuentos de zombies, extraterrestres y vampiros cuando los monstruos son humanos.
Los mismos integrantes de la banda eran capaces de llevar la oscuridad de su imagen un poco lejos en la vida real. Luego de un show en Nueva Orleans en 1982, los cuatro Misfits, aún con su maquillaje de cadáver y atuendos de escenario, se llevaron a un grupo de sus fanáticos más fieles a un cementerio cercano para intentar obtener el cráneo de la supuesta reina del vudú, Marie Laveau.
Los vecinos alertaron a la policía, que al encontrarse a los Misfits y sus seguidores seguramente pensaron que se trataba de un ritual satánico. Los arrestaron por robo de tumbas y los integrantes de la banda pasaron una noche en la cárcel. Lograron salir al día siguiente para tocar su próximo concierto, con una nueva historia para agregar a su mitología que solo aumentaba el aura de misterio y terror que tanto intentaban cultivar.
Al igual que las letras de The Misfits, esta anécdota puede ser vista de varias maneras. Puede parecer épica y divertida, o puede parecer un vandalismo perpetuado por unos jóvenes de Nueva Jersey creyéndose demasiado su propio cuento.
Algunos fanáticos también se han tomado demasiado en serio el cuento de la banda. Cuando en una entrevista le preguntaron a Glenn Danzig qué era lo más extremo que le había pedido un fan, respondió: “Alguien quería que lo matara. Eso ha sucedido en más de una ocasión, realmente. Yo dije, ‘No, está bien’, y dijeron, '¡No! Por favor mátame. Entonces mi vida estaría completa’. A veces te tocan unos muy extraños”.
Pisotear la línea entre ficción y realidad es algo que The Misfits han sabido hacer expertamente y con un gran sentido teatral. Depende del oyente qué tan lejos lo quiere llevar.
Dentro de los fanáticos de The Misfits están también los que compran toda clase de merch oficial con el famoso logo de calavera, incluyendo pantuflas, bikinis y cortinas de ducha. El hecho que existan todas esas baratijas con el logo de The Misfits parece contradecir la imagen cultivada tan precisamente por Danzig, y es en parte responsabilidad del bajista Jerry Only y su deseo de exprimirle cada centavo al nombre de la banda.
Esto ha llevado a una larga batalla legal entre Only y Danzig, y aunque los más fanáticos quisieran pensar que se trata de un intento de Danzig por proteger el legado de The Misfits, es más factible que simplemente quiera conseguir su propia tajada de esa pizza hecha de dinero. De pronto es un destino apropiado, que la imagen de esta banda que tomó tanto de la cultura popular y del entretenimiento barato de las películas de terror, terminara convertida en objetos baratos de consumo masivo.
De esta manera, trillada y aguada, la calavera de The Misfits sigue viva. Para muchos fans de la banda sigue representando el placer de pertenecer a un grupo especial que disfruta su música, con su sentido de humor oscuro y su particular mal gusto entrelazados en sus canciones.
Hay quienes les gustan las películas de terror, y hay quienes les gusta el punk pegajoso estilo Ramones; The Misfits simplemente representa la union de esos dos mundos. Una banda para personas que quieren escuchar canciones que no hablen de amor sino del lado más oscuro de la vida; que le hablen al miedo, al terror, a la inagotable capacidad de oscuridad que hay dentro de la imaginación de cada ser humano. Danzig lo precisó en una entrevista:
“El amor es cool”, dijo, “pero ponlo en perspectiva. Hay otras cosas además del amor. Hay un momento para expresar tus sentimientos de amor y hay un momento para expresar diferentes sentimientos y emociones, ya sea ira, odio, violencia; lo que sea. Aborda cada situación a medida que surja”.
Abordar temas tan oscuros tiene cierto valor; de pronto no moral o ético, pero sí artístico. The Misfits han empujado tanto los límites de lo que es aceptable y decente, que cuarenta años después sus canciones todavía nos impactan. Piensen lo que piensen sobre estos monstruos de Nueva Jersey, ese es un legado poderoso.
Escucha a The Misfits: