Cazando Fantasmas con Phoebe Bridgers
Escrito por G.
La primera vez que escuché “Halloween” de Phoebe Bridgers, fue unos días después de Noche de Brujas del año pasado, en un video en vivo filmado por alguien en el público. La había visto nombrada por su relación abusiva con el cantautor estadounidense Ryan Adams (a quien expuso en su gran diss track “Motion Sickness”), su trabajo con Julien Baker y Lucy Dacus en el supergrupo boygenius, y por Better Oblivion Community Center, su proyecto con el maestro Yoda del folk melancólico, Conor Oberst. Pero esta era la primera vez que la veía de cerca.
Estaba radiante, con su piel imposiblemente pálida, su pelo plateado y su—ahora icónico—disfraz de esqueleto, y empezó a cantar una de las canciones más hermosas que he oído. Sobre Halloween y una relación muerta, tocada en Halloween. Solo la escuché una vez pero quedé embrujado.
La voz de Phoebe Bridgers y sus letras, oscuras y tristes pero con humor y crudísima honestidad, son como el fantasma de la portada de su primer disco, Stranger in the Alps. Entran hasta los huesos, te perturban; pero también te emocionan, te despiertan algo. ¿Cómo es posible que tanta tristeza y tanto dolor salgan de esta mujer de solo 25 años?
Pasé días tratando de volver a encontrar ese video, otra grabación, lo que fuera, pero había desaparecido sin rastro. Revisaba los comentarios en sus redes y escuchaba toda su discografía anterior buscando aliviar el deseo de volver a escuchar la canción, de revivir lo que me hizo sentir ese día triste después de Halloween. Sentía que llegaba cerca, pero la búsqueda fue en vano.
Concluí que había sido una idea pasajera de Phoebe, de esas canciones que los artistas prueban en vivo alguna noche particular pero nunca vuelven a ver la luz del día. Empecé a aceptar que no la volvería a escuchar. Hasta que vi el anuncio de que Phoebe Bridgers iba a lanzar su segundo álbum, Punisher, en junio de 2020, y estudié el tracklist como un niño abriendo regalos en Navidad, buscando lo que lleva pidiendo todo el año. Y efectivamente, ahí estaba, la quinta canción del disco: “Halloween”.
Esta tenía que ser una buena premonición sobre el álbum, premonición que se confirmó al escuchar los primeros sencillos, “Garden Song” y “Kyoto”. La primera canción, una meditación nostálgica sobre sueños recurrentes, tiene un videoclip donde Phoebe está en pijama fumando de un bong mientras su hermano menor (quien dirigió el video) y amigos intentan asustar y sorprenderla de diferentes maneras. “Nunca fumo hierba, así que pensé que sería interesante”, Phoebe comentó en una entrevista para la revista i-D.
El coro lo canta junto a su tour manager, un gigante de voz oscura que Phoebe invitó porque le parecía que cantaba como “una versión holandesa de Matt Berninger de The National” (con quien Phoebe también ha colaborado). La canción suena como la banda sonora de una pesadilla, pero de esas que no dan un gran susto, sino pequeños escalofríos.
“Kyoto”, con batería, capas de guitarras y vientos, ofrece un contraste al minimalismo de “Garden Song”. Es un ejemplo de la manera que los arreglos de este disco construyen sobre el sonido más folk que Phoebe había establecido en su debut. Es probablemente la canción más enérgica de todo su catálogo. “Escribí esta como una balada primero”, Phoebe le contó a NME, “pero en ese punto estaba tan harta de grabar canciones lentas, que se convirtió en esto”.
La letra confronta las temáticas de soledad, nostalgia y decepción que impregnan todo el disco, pero en este caso, Phoebe dirige su mirada a su complicada relación con su padre: “Siento tanta jodida empatía y tanta jodida ira hacia él”, dijo recientemente en un artículo de The New Yorker. Aunque admite que su primer disco estaba lleno de odio y resentimiento hacia diferentes personas, dice que en Punisher “estoy explorando lo rápido que desaparece todo eso con un poco de reflexión”.
Precisamente a eso invita el disco, a una reflexión sobre los recuerdos y los momentos tristes de la vida. Debería llevar una advertencia de que escucharlo viene con lágrimas garantizadas. En ese sentido la introducción instrumental, “DVD Menu”, parece necesaria para transportarnos al mundo triste de Phoebe y para ponernos a vibrar en su nivel.
La canción contiene un reflejo de la melodía de la última canción del disco, así como un sample de la última canción de su primer disco, dándole cierta circularidad y un toque tenebroso. “Me gusta la música miedosa”, dijo Phoebe sobre la canción en una entrevista para Apple Music. Es una adición considerada de su parte, porque sirve como una transición más suave al disco, pues el choque frío de caer de inmediato en las aguas oscuras de alguna de sus letras podría ahogarnos de tristeza.
La fuerza de las letras de Phoebe Bridgers está en que nos provee detalles muy específicos que aterrizan sus historias y emociones en la realidad, mientras mantiene el misterio suficiente para evocar recuerdos propios, y poder asociar sus canciones con la vida de uno. En vez de grandes metáforas genéricas, Phoebe convierte lo cotidiano, las referencias a la cultura popular y lo específico en poesía, como en este fragmento de “Halloween”:
I hate living by the hospital
The sirens go all night
I used to joke that if they woke you up
Somebody better be dying
Además de los finos detalles, hay una oscuridad que subyace sus letras, pasando por casas embrujadas en “I Know The End” a vampiros y esqueletos en “Savior Complex”. Esta oscuridad no sorprende viniendo de una persona que mencionó al asesino Jeffrey Dahmer en uno de sus primeros sencillos, titulado, apropiadamente, “Killer”. Estas referencias terroríficas combinadas con arreglos hermosos y sutiles es la manera que Phoebe transmite su perspectiva de la vida, con momentos felices pero llena de dolor y oscuridad.
Al mismo tiempo, no hay mejor persona para guiarnos a través de esta oscuridad y tristeza que Phoebe Bridgers, con su voz delicada a punto de quebrar y su fuerza para seguir explorando y superándose. De pronto es por ser una compañera tan honesta para atravesar estas emociones que uno siente que Phoebe es como una buena amiga. Abre tanto su vulnerabilidad que es imposible no querer ser vulnerable junto a ella; es imposible no querer a esta mujer que toca música delicada pero saca camisetas con logo metalero, hace live streams en pijama y suena como un ángel cuando canta pero como un adolescente marihuanero cuando habla.
Es fácil imaginarla unos años atrás como una adolescente desadaptada escuchando música triste. “Punisher”, la canción titular del disco, es un tributo a Elliot Smith, uno de los artistas favoritos de Phoebe y de sus mayores influencias. Un “punisher" para Phoebe es una persona que “no sabe cuándo dejar de hablar”, y castiga sin saberlo a punta de conversación, como un fan ingenuo al conocer a uno de sus ídolos. Phoebe admite que si Elliot Smith siguiera vivo ella sería esa fanática que lo aburriría con su conversación incesante: “Soy una superfan, y sé demasiado sobre su música. Entonces escribí esa como si yo fuera el punisher” le contó a The New Yorker.
Phoebe también tiene un estilo particular con las melodías, por ejemplo en la canción “Chinese Satellite”, donde la secuencia de notas suena familiar hasta que ella la tuerce, justo antes de que la puedas reconocer. Es la tradición del folk utilizar melodías comunes, sin embargo lo que Phoebe hace en este disco está lejos de la guitarra acústica y armónica del folk tradicional.
En esta misma canción, por ejemplo, las guitarras eléctricas y la batería recuerdan al trabajo reciente de The National, otra banda que ha empujado los límites del country, el folk y el rock alternativo norteamericano hacia una nueva dimensión. Phoebe es claramente una admiradora de esa banda, y utiliza su influencia para crear una canción sobre el deseo de creer en algo más allá, ya sea extraterrestres o espiritualidad, que la sacuda de su realidad.
Una de las frases más “Phoebe Bridgers” del disco está en “Moon Song”, donde Phoebe promete escépticamente, “If I could give you the moon / I would give you the moon”. En la entrevista para i-D, Phoebe admite que esta canción le parece tan triste que siempre se la salta cuando está escuchando el disco. Es donde describe un beso como “meter la lengua en la garganta” de alguien y habla de su odio hacia la canción “Tears in Heaven” de Eric Clapton, a pesar de que le da tristeza que se haya muerto el bebé de Clapton para quien escribió la canción. También describe una discusión que tuvo con su pareja sobre John Lennon que terminó en lágrimas.
Pero así es una canción de Phoebe Bridgers, llena de referencias hiper-específicas a momentos de su vida que de alguna manera abren el baúl de recuerdos que uno tiene, lleno de los propios detalles hiper-específicos que componen todas nuestras vidas y relaciones. Admite que la canción es sobre querer a alguien que se odia a sí mismo, y que termina pisoteándolo a uno, pero a veces uno quiere que lo pisoteen. “Eres como, ‘pisotéame otra vez, por favor’. Es ese sentimiento, el sentimiento de querer-ser-pisoteado”, le dijo Phoebe a Apple Music.
Como la mayoría de las canciones de Phoebe Bridgers, “Graceland Too” parte de un momento puntual de su vida, una vez que tomó MDMA y se mal viajó, pero termina hablando de algo más grande. De querer ayudar a alguien que está en un camino auto-destructivo, y sobre la esperanza de que las cosas puedan ser diferentes. De esta manera, sus canciones son tan pequeñas que se vuelven gigantes.
La canción se destaca por ser la más country del disco, un pequeño salto atrás al sonido de su debut. El título hace referencia a un lugar cerca a Memphis que era una parada obligada para los fanáticos de Elvis que iban de peregrinaje a su mansión de Graceland. Graceland Too era un santuario alterno para “The King”, con cientos de fotos y recuerdos llenando la casa de un tipo común y corriente que terminó matando a alguien y muriendo de un infarto, en un desenlace triste, bizarro y muy norteamericano.
Ha habido muchas canciones que han salido en esta época de pandemia que parecen ser inquietantemente relevantes para el momento que estamos viviendo. A pesar de haber sido escritas y grabadas meses o años atrás, sentimos que nos hablan sobre el presente. Creo que pocas se merecen esa descripción tanto como el cierre de Punisher, “I Know The End”.
La canción comienza como una balada apocalíptica, pero cambia de género abruptamente y crece hacia un final épico, pesado, con coros de los que colaboraron en el disco anunciando que “el final está aquí”, guitarra tocada por el mismísimo Nick Zinner de Yeah Yeah Yeahs, y Phoebe gritando desesperadamente. Phoebe le contó a i-D que Conor Oberst estaba en la ciudad, y que le encanta como él grita en su proyecto paralelo, Desaparecidos, entonces le pidió que le enseñara. Oberst respondió: “No hay enseñanza, solo hazlo”. La canción resulta ser un dictamen furioso y profundo sobre el momento actual que atraviesa Estados Unidos en particular y el mundo en general; una canción perfecta para el momento.
Pero quizás la frase que mejor resume el sentimiento que deja Punisher está en la canción “I See You”, originalmente titulada “ICU”. El título estaba basado en un juego de palabras que Phoebe quizo cambiar por considerar insensible la referencia a las siglas en inglés para “Unidad de Cuidados Intensivos” en medio de la pandemia. Es el lugar donde muchos terminan cuando ya es demasiado tarde, y es donde se encuentra la relación que Phoebe describe en la canción. ¿Cuántos no hemos sentido que no sabemos lo que queremos hasta que ya es demasiado tarde? El arrepentimiento y el dolor por el paso del tiempo son dos fantasmas que no desaparecen tan fácilmente. En su nuevo álbum Punisher, Phoebe Bridgers, con su particular picardía, le canta a este sentimiento: “I don’t know what I want / Until I fuck it up”.
Escucha Punisher: