“La Máquina Moral” de La Sociedad de la Sombrilla

Escrito por G.

Juan Pablo Cortés y Nicolás Gutiérrez de La Sociedad de la Sombrilla. Fotos por Melissa Chaves.

Juan Pablo Cortés y Nicolás Gutiérrez de La Sociedad de la Sombrilla. Fotos por Melissa Chaves.

Lo que hace veinte años parecía una locura hoy en día es la normalidad. Vivimos la vida a través de nuestras máquinas: las redes sociales, los computadores, los celulares. Como una película de ciencia ficción, la tecnología que se suponía que iba a ser un complemento para la vida, hoy en día la ha llegado a dominar, poco a poco convirtiéndose en la vida misma.

Esta situación fascina y aterra tanto a Juan Pablo Cortés y Nicolás “Fito” Gutiérrez de la banda alternativa bogotana La Sociedad de la Sombrilla, que decidieron escribir un álbum al respecto, que irán revelando a lo largo del 2021.

El primer sencillo de este nuevo trabajo discográfico, titulado “La Máquina Moral”, expone el desconcierto que sienten frente a nuestra relación con las máquinas que nos rodean. La canción toma inspiración en los dilemas éticos de la inteligencia artificial y la música de Nine Inch Nails para plantear una pregunta importante: ¿Cómo se define el bien y el mal en la era del juicio por redes sociales?

Juan Pablo y Nicolás decidieron incorporar elementos de música electrónica y música industrial en el nuevo álbum en parte por necesidad (la banda quedó reducida a un dúo tras la salida de dos de sus integrantes) y en parte por explorar un nuevo sonido. Teniendo en cuenta la temática principal del disco de mirar la relación hombre-máquina desde diferentes ángulos, fue una decisión acertada.

Aprovechamos el lanzamiento de “La Máquina Moral” para conversar con Juan Pablo Cortés, cantante y guitarrista de La Sociedad de la Sombrilla, sobre música, ciencia ficción, y el lado oscuro de la tecnología.

Estos son unos extractos editados de nuestra conversación.

 
Portada de “La Máquina Moral”.

Portada de “La Máquina Moral”.

 

¿Cómo llegaron a explorar el mundo de la música electrónica en esta nueva canción y nuevo álbum?

Todo empezó hace unos años en el Festival Estéreo Picnic que vino Nine Inch Nails. Fue tremendo porque Fito y yo habíamos escuchado obviamente del nombre de estos gigantes pero en realidad no nos habíamos adentrado en su música. Los fuimos a ver con la premisa de que tocaba verlos y nos cambió la vida ese concierto. Nos quedó ahí atrás en la cabeza esa estética del sonido y siempre hemos querido hacerlo.

El año pasado la banda partió camino con dos de sus miembros, entonces por un lado no teníamos una banda para hacer música como la veníamos haciendo, y por otro lado, vimos la libertad de hacer un cambio en el estilo. Fue la oportunidad perfecta para renovarnos y al mismo tiempo fue el único recurso que teníamos para seguir sacando música en pandemia. Estaba difícil verse y conocer gente para tocar, entonces hicimos el proceso al revés. Desde el estudio, con las máquinas y los computadores a ver qué salía, y “La Máquina Moral” es un reflejo de eso.

¿Qué concepto hay detrás de la portada del sencillo y esta dama de la justicia con celular?

Es precisamente una apropiación del símbolo de la justicia, tratando de traerlo a los tiempos hipermodernos y reemplazar los símbolos. La venda de la imparcialidad, reemplazarla por estas gafas de realidad aumentada para insinuar que las nociones de justicia están totalmente permutadas por la opinión pública generada en las redes, que no es imparcial de ninguna manera. Y por el lado de la espada que representa como la acción y la coerción a la hora de hacer justicia, reemplazarla por un celular, que se ha convertido en eso—un medio para juzgar. Entonces la idea era tratar de actualizar el símbolo de la justicia, traerla a los tiempos actuales.

En el videoclip de “La Máquina Moral” se sienten fuertes influencias de la ciencia ficción, incluyendo la novela distópica 1984 de George Orwell. ¿Qué les atrajo de la ciencia ficción como referencia para las nuevas canciones?

Obviamente 1984 fue un gran referente, y yo creo que La Sociedad de la Sombrilla en el fondo siempre ha hablado de la relación con lo digital. A mí me afecta mucho y me inspira al mismo tiempo ese miedo y esa ansiedad que genera la hiperconectividad. Siempre ha existido en mis letras esa relación con las redes sociales y eso, pero esta vez quisimos hacerlo más explícito, y para alimentar esa relación hombre-máquina la ciencia ficción es perfecta. Siento que el contexto de la pandemia nos llevó aún más a una situación distópica en la que se exaltan un montón estos elementos clásicos de la ciencia ficción, como la hipervigilancia, la paranoia y el miedo. Entonces creo que está muy relacionado, primero, con el deseo de explorar ese tipo de temáticas y segundo, también las sentimos muy reales, ¿no?

Como codirector del videoclip junto con Melissa Chaves, ¿qué concepto querían transmitir?

En realidad estaba muy inspirado en 1984 y la premisa de “2 + 2 = 5”, que me parece que sintetiza muy bien muchísimas cosas que suceden hoy en día, como la posverdad, los dogmas y lo que implica cuestionarlos en estos días. Al mismo tiempo el video refuerza la idea de la ansiedad, de la paranoia, de la vigilancia.

Además de Nine Inch Nails, ¿qué otras bandas estaban escuchando mientras trabajaban en este álbum y esta nueva canción?

Yo creo que en lo lírico siempre tenemos en nuestras cabezas al rock argentino. Es inevitable para nosotros tener ese precedente, y de hecho un disco que retomé y me tiene obsesionado otra vez es La grasa de las capitales de Serú Girán. Si bien habla de unas temáticas sociales diferentes, siento que el tono y la estética de las letras y las críticas me inspiraron mucho. Quise tratar de apelar un poco a la elocuencia de Charly. Obviamente estoy mil millones de veces abajo, pero siento que hay una estética en cuanto a lo lírico influenciada por Serú Girán, por Charly García. De hecho uno de los temas que más me inspiró para esta canción es uno del último disco de Charly en solitario que se llama “La máquina de ser feliz”. Siento que iba por ese lado el tono de la canción y los sentimientos que hay detrás, de la fascinación y el terror que hay por la inteligencia artificial.

¿Cuál es esa “máquina moral” a la que se refieren en la canción? ¿Qué representa esa máquina?

Se me sembró la idea de la canción a finales del año pasado, porque tenía en mente hacer este disco que hablara sobre la relación hombre-máquina y tener un background de la ciencia ficción y la tecnología. Una de las cosas que hice fue inscribirme a un diplomado de Big data por curiosidad y ver si me sacaba ideas. En el módulo de ética y tecnología vimos una herramienta creada por MIT que precisamente se llamaba “la máquina moral” y me fritó muchísimo porque se trataba de una plataforma en la que con la interacción de los usuarios se pretende programar a la inteligencia artificial para tomar decisiones morales. Entonces te ponen en unas situaciones hipotéticas en las que un carro no tiene más opción sino tomar uno de dos caminos, como “tienes cinco ancianos por este lado y por otro lado tienes cinco niños, ¿qué decisión debe tomar el carro? ¿A quiénes debe arrollar?” Eso me fritó muchísimo y quedé pensando en qué vida vale más que otra.

Me parece que también indudablemente las redes se han vuelto una plataforma de opinión pública muy fuerte a la hora de tomar decisiones y posturas morales y políticas. Entonces esa vaina del MIT y tratar de hilarlo con esa metáfora hacia las redes y cómo funciona la opinión publica terminó definiendo la idea de lo que para nosotros es “la máquina moral”. A mí me fascina y me aterra porque siento que la humanidad precisamente se trata muchas veces de los matices y los grises, y me parece que la máquina como dispensadora de justicia y decisiones morales no logra del todo entender qué es lo humano.

Abundan los ejemplos de una relación tóxica y complicada entre el ser humano y la tecnología. ¿Cómo ves esa relación en el 2021? ¿Para dónde vamos?

Me parece que es un paso hacia el cumplimiento de unos deseos muy humanos, como de alcanzar el paraíso, ser dioses de alguna manera, y cumplir todos esos mitos y deseos que históricamente ha tenido el ser humano, como por ejemplo la inmortalidad. Uno pilla todas estas vainas, a lo Harari [Yuval Noah Harari, historiador israelí], que tuvo este bestseller muy famoso Sapiens: A Brief History of Human Kind. Él habla de que tal vez estamos siendo de las últimas generaciones mortales. De cómo a través de la tecnología y todas estas vainas que antes parecían tan lejanas, uno fusionándose con la máquina y la nube podría llegar a ser inmortal eventualmente. A su vez eso también cumple otros sueños, como la eterna juventud. Por poner un escenario hipotético, si uno se conecta a una computadora y tiene su mente ahí y un cuerpo artificial pues en ese orden de ideas uno sería joven, ¿no? Es como cumplir esos deseos que ha tenido el humano y siempre ha buscado a través de su historia por instinto, yo creo.

 
FOTO-LSDLS-PRENSA-4.jpg
 

Ya hablando de la parte musical, ¿cómo construyeron esta identidad más electrónica de La Sociedad de la Sombrilla?

En cuanto a la música, la premisa es hacer un disco de canciones. Es decir, si la canción es electrónica, le apostamos con toda a la electrónica, pero si es rockera también. El disco va a tener una que otra canción rockera, coqueteando más con nuestro estilo de siempre, pero sin duda va a tener un corte más electrónico. También por soltar las guitarras, porque siento que cada vez que me cuelgo una guitarra termino llegando siempre a los mismos lugares. Y me he dado cuenta que el instrumento cambia totalmente las cosas. Muchas veces uno tiene un riff y en vez de hacerlo en la guitarra lo toca en el sintetizador, y la canción se va a otro lado.

Es chévere cambiar ese estilo porque además siento que La Sociedad de la Sombrilla se estaba volviendo “la banda rockera” de acá y estamos cansados un poco de eso. El cambio siempre es chévere—salirse de la zona de confort. Por otro lado, las circunstancias tampoco nos facilitan hacer un disco así rockero como estábamos acostumbrados a hacerlo.


Cuéntame un poco más sobre eso de sentir que estaban encasillados como “la banda rockera” y no sentirse cómodos con esa etiqueta.

Sí, yo creo que nosotros fuimos también cómplices en vender esa idea, porque por mucho tiempo nos comunicamos como una banda de rock. Pero hay una explosión en la música independiente aquí en términos locales, y siento que está interesada en otras cosas. Así uno diga que no, eso lo hace pensar. Como, “Juemadre, ¿será que hay que intentarlo por otro lado?” También nosotros somos una banda que el próximo año cumplimos 10 años y hemos dado todo de nosotros para llegar a algo, pero al mismo tiempo uno siempre se ve como en la duda. Como “esta vaina no funciona, intentémoslo por otro lado”. Yo en lo personal veo esto casi como un último shot, y si no logro sentirme satisfecho con el proceso al final, tal vez pensar en explorar otros intereses que también tengo. Entonces quisimos cambiar un poco, por ver si por otro lado puede que funcione más, y al mismo tiempo por salir de eso. Es chévere hacer lo que nadie se espera.


Romper expectativas, salirse de lo esperado…

Totalmente. Algo que se me vino a la mente frente a eso es una entrevista que leí hace un tiempo de Gary Clark Jr. en Rolling Stone hablando sobre que él se está convirtiendo en “el guitarrista blues afro” que todo el mundo esperaba y le sabe un poco a mierda. Él decía “yo quisiera ser un poco como Prince”, y que Prince era un gran guitarrista, pero nadie piensa en Prince como un gran guitarrista y ya, sino como un artista que hacía muy buenas canciones. Eso me quedó sonando muchísimo. Decía “uf, ¿será que la banda se está volviendo como ‘la banda rockera’ y se espera que uno sea eso?” Yo quisiera seguir los pasos de mis ídolos como Gustavo Cerati, que exploró muchos matices en su música y logró trascender. Nadie piensa en Cerati como un gran guitarrista, sino como una persona que hacía excelentes canciones. Creo que eso también influyó muchísimo en el cambio de estilo.

Hablemos del reto que representa en este momento ser una banda de guitarras cuando las tendencias van por otro lado. ¿Cómo percibes eso?

A mí me encanta la guitarra y además es lo único que yo sé tocar. Entonces para mí ha implicado un reto enorme soltarla, pero en realidad, no sé, es raro. El rock es raro, a mí me encanta. Yo me muero por el rock & roll, pero siempre está ese no se qué, que uno dice “no está funcionando”. Pero al mismo tiempo es raro, porque leía en estos días que la venta de guitarras se aumentó un montón en la pandemia justo cuando hace como un año o dos Gibson había anunciado que se había quebrado. También siento que atravesamos la muerte del guitar hero; siento que los héroes hoy en día tienen otros arquetipos. Para mí, ver una persona tocando guitarra me parece muy cool. Pero hoy en día lo cool es otra cosa.

Yo siento que tengo espíritu de viejo, y quise tratar de incomodarme de ahí, tratar de buscar otras cosas y tratar también de explorar otros deseos que siempre he tenido. A mí la música electrónica siempre me ha encantado y me gusta lo que me hace sentir, entonces hubo una mezcla del deseo con las circunstancias. 


Muchas veces la ciencia ficción nos deja enseñanzas sobre la realidad. ¿Qué quieren transmitir con esta canción y este nuevo álbum?

Yo creo que el disco no tiene ningún propósito de dejar una moraleja, no es el propósito ser pedagógico ni nada por el estilo. Es simplemente la mera expresión. Si a mí me inspirara hacer canciones de amor las haría. Es simplemente como un reto conmigo mismo de explorar el concepto y esas vainas que siento que me interesan en las letras, pero ya como un ejercicio muy personal. Es lo que me inspira, son los temas que me envidean y me tienen un poco frito y me fascinan y me aterran. Nada más que eso.

DSC08046.jpg

Escucha “La Máquina Moral”:

 

Anterior
Anterior

‘Sticky Fingers’: La decadente obra maestra de The Rolling Stones

Siguiente
Siguiente

Cómo curar un corazón roto según Un Idiota Más