La nostalgia de Tropicana Club

Escrito por G.

Juan S. Gonzalez de Tropicana Club. Fotos por @cristinasalgar.

Cuando hablé con Juan S. González de Tropicana Club, se encontraba lejos de su nativo Cali en un motel de carretera en el sur de la Florida frecuentado por trabajadoras sexuales, drogadictos y todo tipo de personajes turbios. Juan estaba solo, haciendo una parada en un viaje a Texas en búsqueda de inspiración y aventura.

El motel lo había atraído por su aspecto clásico, con un deterioro por los años que no opacaba del todo su antigua belleza. Un lugar congelado en el tiempo, atrapado entre los recuerdos gloriosos del pasado y la decadencia del futuro. 

En ese espacio atemporal también se ubica la música de Tropicana Club, un proyecto que combina influencias de New wave, dreampop y pop de los ochenta para invitar al oyente a sentir y reflexionar sobre uno de los temas favoritos de Juan: la nostalgia.

Juan abrió una cerveza y me contó que escogió el motel porque se veía hermoso, sin antes pensar en el lado problemático de quedarse en un lugar así. Su primer acercamiento fue desde lo estético por encima de todo, y es quizás por ver el mundo desde el lente de un diseñador. Esa misma preocupación por lo estético lo ha llevado a lugares menos peligrosos con Tropicana Club—le da un valor agregado que no es común en un artista independiente.

Al momento de sentarse a trabajar en música, Juan primero se enfoca en un mood board de lo que quiere transmitir, y luego se pone a hacer las canciones. Pega un papel a la pared y empieza a planear un concepto y cómo contar la historia detrás de ese concepto. 

“Luego lo que intento hacer es buscar un referente perfecto, y hacer una playlist de canciones en las que se alcance a sentir el aura que yo quiero mostrar. Como si estuviera abordando algo de diseño”.

Una vez establecido todo eso, Juan se lanza a crear la canción. El resultado es que Tropicana Club es un proyecto que se siente sofisticado y completo, y que es muy rico de escuchar.

“Mi familia vivió en un barrio que se llama Las Vegas en Cali, y toda la vida me contaron historias de ese lugar que yo veía que no existía” cuenta Juan. Era imposible para él imaginar ese lugar del pasado, pero se obsesionó con recrearlo.

“Empezó a aparecer algo en mi mente, como una vida que no era la mía”, dice Juan. “Era como anhelar algo que no pude vivir nunca. Siento que muchas veces dejé de vivir mi propia vida por esos momentos, por esas historias de amor”. 

Terminó convirtiendo ese anhelo en su proyecto de grado, donde intentó crear una memoria colectiva que no existía. La idea fue madurando a partir de ahí, y Juan incluso pensó en convertir ese concepto en una película. “Por lo menos que en algún universo exista la historia”, dice Juan.

Escribió un guión fenomenal sobre un encuentro entre dos amantes en un gran hotel tropical que existe en una dimensión atemporal. La idea fue tomando forma, pero a la película le faltaba algo importante: la música.

Juan S. González estaba tocando teclados en Muerto En Acapulco, grupo de Cali liderado por Juan “Marti” Martínez, y paralelo a eso empezaba a hacer canciones pensando en la banda sonora de una película imaginaria. Después de un poco de experimentación empezó a conectarse con un sonido que transmitía esta visión onírica y nostálgica del lugar donde creció. 

El nombre del proyecto viene de la canción “Club Tropicana” de Wham!, la banda de George Michael. Juan tuvo sus dudas sobre el nombre, hasta que se dio cuenta que ya había tomado vida propia. “Tropicana Club” suena como un lugar del pasado, onírico y olvidado, pero real. Algo más allá que una banda—un lugar, un espacio en el tiempo. 

“Yo lo he pensado como si fuera la discoteca dentro de un hotel”, cuenta Juan. “Un lugar chiquito, en el que hay unos discos. Hay una historia grandísima, y el guión es la base”.

Como la música de Tropicana Club parte de esa idea de un proyecto audiovisual, las canciones realmente evocan mucho y el sonido de la banda tiene una identidad cinemática, que se percibe tanto en el sonido, como en los títulos y la parte gráfica.

Cuando Juan habla de música, habla en términos visuales, queriendo “decorar” una canción o diciendo que quiere que los oyentes puedan “poner la mirada en un paisaje donde hay colores, gente pasando, carros y donde en un solo momento hay mucho”, como en su canción “Cinema Delhi”.

Esta identidad conceptual se siente claramente en los 3 EPs y varios sencillos que ha lanzado Tropicana Club. Olympia (2020), el primer EP oficial de la banda, está inspirado en el cuadro del mismo título y según Juan, representa a una figura femenina que domina y genera deseo. 

Su segundo trabajo, El Niño Fantástico (2021), tiene como concepto “los recuerdos de mi familia, la niñez y todo eso—el descubrir el mundo”, cuenta. De su EP más reciente, KM18 (2022), Juan dice, “lo quise hacer mucho con el mundo de los sueños, pero no de los sueños como los deseos y los planes, sino del mundo de lo que sucede mientras dormimos, de esos lugares que están allá”. 

Esa preocupación por el mundo de los sueños la continuó en “Cuento las Horas”, su reciente sencillo junto a la agrupación de indie rock No Stories. Esta canción toma un giro estilístico y se inspira en el post punk para explorar la historia de un personaje obsesionado con escapar de su realidad dentro de un sueño recurrente.

Su nueva canción, “La Fortuna”, junto a Carlos Benedetti, vuelve al sonido influenciado por el synth pop que ha caracterizado algunas de sus canciones, para perseguir una historia de amor cotidiano e ideal.

El proceso de grabar y sacar su primer EP como Tropicana Club fue largo, según Juan, porque en ese momento el proyecto no era su prioridad. Entre estudios y viajes se demoró cuatro años, y siente que eso marcó mucho el resultado final. “Odysseum”, la canción que cierra el EP, fue la primera que terminó.

“Yo tenía ese riff de piano ahí guardado y lo tocaba cada vez que podía”. Juan estaba estudiando en España y solo tenía unos audífonos de celular y un teclado pequeño, pero con eso le bastó. Con la primera canción instrumental del EP, “Cinema Delhi”, fue cuando realmente se sentó a trabajar en forma. 

“Fue un tema con el que me obsesioné”, dice Juan. “Estuve un mes en el que de la casa a estudiar me iba escuchando la canción y estaba enfermo porque todos los sonidos quedaran bien”.

El esfuerzo valió la pena para Juan. La canción es profunda y melancólica. “Creo que es una de mis favoritas”, dice, “porque tiene muy pocos elementos pero se siente muy llena. Fue una canción en la que yo dije, ‘yo puedo hacer esto’”.

Otro momento destacado de Olympia es “La Noche del Peligro”, cantada por Juan “Marti” Martínez de Muerto En Acapulco. “En realidad yo tenía otros planes para esa canción, hasta fui al estudio a grabar la voz y todo, pero todavía no era el momento para cantar,” cuenta Juan con algo de aprehensión. “Así que la decisión fue llamar a Marti. Yo todavía estaba un poco desconfiado”. Quedaron aprendizajes y una gran colaboración con uno de sus mejores amigos.

En ese momento, Olympia no obtuvo los resultados que Juan esperaba. “No le fue nada bien,” dice. “Las canciones ni siquiera llegaron a las mil reproducciones”. Pero cuando lanzó “Los Caymanes (Para Olvidar)”, las cosas tomaron otro rumbo. Juan se había sentado a hablar con un conocido que había llegado de estudiar Management en Londrés y aprendió mucho sobre cómo lanzar una canción y cómo hacer un pitch a plataformas de streaming.

Ahora no solo tenía una buena canción, sino el conocimiento para aprovecharla al máximo. Pero le quedaba una preocupación: “La cantada. Yo ni siquiera estaba pensando en muchas otras cosas, por estar pensando ‘¿Será que sí está bien? ¿Será que está afinada?’” recuerda Juan.

Pero sus preocupaciones resultaron infundadas, y “Los Caymanes” fue incluida en listas editoriales de Spotify y en medios de comunicación como lanzamiento recomendado, alcanzando más oyentes que nunca.

Este logro motivó a Juan a lanzar El Niño Fantástico, el segundo EP de la banda, dedicado a su tío—el original “Niño Fantástico”—la persona que más le había contado historias de Cali en los ochenta y quien sale en la portada.

Este EP incluyó canciones como “El Brillo” y “Desde el Norte”, una colaboración con Goli de Medellín, y fue producido por Xavier Martinex. La intención era seguirle los pasos a “Los Caymanes”.

“Fue uno de los primeros errores”, dice Juan, “porque yo estaba pensando en superarla, en que esto no puede ser algo de suerte, sino que yo lo puedo volver a hacer”. Recuerda que empezó a preocuparse por los números de reproducciones y que le costó seguir bajo la sombra de esa canción. 

 

El Niño Fantastico (2021).

 

Hoy en día está más tranquilo. El trabajo discográfico más reciente de Tropicana Club, KM18, fue compuesto casi todo por Juan, y cierra la trilogía de EPs del primer momento de la banda. Un momento que le ha servido a Juan para explorar el sonido y el método de trabajo de Tropicana Club, la forma de abordar el oficio de hacer canciones, y que ha dejado el terreno listo para un primer álbum de larga duración.

“Siento que eso también es una ganancia, sin importar cómo le vaya—haber podido concluir algo así”.

 

KM18 (2022).

 

La última entrega de esa trilogía de EPs, KM18, hace referencia a un lugar real en las afueras de Cali que Juan describe como “inmerso en la neblina, con restaurantes, hoteles y fincas particulares; un lugar envuelto por una combinación de goce, decadencia y misterio”.

Tropicana Club despega de este lugar para generar la sensación de pasar a otra dimensión. “Como ir manejando y que el radio se empiece a volver loco y uno empieza a sentir como si estuviera entrando a otro mundo, a salirse del radar”, cuenta Juan. “Estar desapareciendo, como un avión que va por el Triángulo de las Bermudas”. 

Esta idea se refuerza en “Después de la Niebla”, canción que cuenta con la participación de Henry D’Arthenay, vocalista principal de La Vida Bohème, banda venezolana icónica que ha ganado dos premios Latin Grammy.

En la canción, D’Arthenay hace la voz de una aplicación de navegación que rompe con la realidad y le empieza a hablar directamente a uno. Así mismo, Juan dice que KM18 busca invitar al oyente a salirse de lo normal y pasar a un nuevo lugar. “Lo principal de ese lugar es la base de Tropicana Club, un lugar donde todo es posible, donde los deseos y los recuerdos y lo que no puede ser, pues ahí sí”.

Redondeando KM18 está la canción “Las Vegas”, que según Juan, “habla explícitamente de los recuerdos de una casa, como si una casa volviera en el tiempo y se le cerraran las grietas y la pintura se pusiera viva y las flores y la casa volvieran a otro momento”. 

“Lo Tengo Todo” abre con una perspectiva de la juventud vista desde una persona que la está viviendo, y que está “en plena condición” con, según Juan, “la vitalidad en carne y hueso”. En cambio, “En Algún Sueño” presenta “una visión más nostálgica, como de alguien que está viendo que eso se le está yendo de las manos”.

En las canciones de Tropicana Club se nota una preocupación—más bien una obsesión—con el paso del tiempo. En “Los Caymanes” Juan canta “Qué triste es ver el tiempo pasar, no hay cura”, y en “Las Vegas” pregunta: “¿A dónde van los años y el tiempo? ¿A dónde va lo que no pasó?”.

Son preocupaciones con las que muchos nos podemos identificar, especialmente después de una pandemia donde el tiempo se volvió borroso y uno estaba viviendo entre el pasado y el presente. 

Cuando le pregunté a Juan por esta preocupación con el tiempo y le mencioné estos ejemplos, su respuesta fue enfática: “Yo creo que lo que estás viendo ahí es poco, en realidad, comparado con lo que a mí me preocupa ese tema. Yo pienso mucho en eso. Mucho”. 

Juan siente que de un día a otro le cayó en la espalda la sensación de que ya todo lo que recordaba era de hace diez, quince años, “por allá en la mierda”, y que esos recuerdos eran de él y de nadie más. “De un momento a otro me golpeó horrible”, dice Juan. “Me sentí viejo, como que todo pasó muy rápido, y pensando, ‘¿será que me estoy quedando en el pasado?’”.

Las personas cercanas a él lo notaron también. “Mi novia me dice que ella siente que yo no vivo el presente”. Juan describe momentos donde ve algo que le gusta y le toma una foto. “Luego pienso que en seis meses o un año voy a decir ‘uf qué chimba como era la vida en ese entonces’, pero en ese momento ni le paré bolas. Y a veces digo, ‘No. Voy a mirarlo. Voy a estar aquí’”. 

Como a muchos de nosotros, a Juan le preocupa no poder estar en el presente, pasarse la vida entre la nostalgia del tiempo pasado y la preocupación por los futuros posibles, o “futuribles”, como les decía su tío. “Esas otras dimensiones que pudieron haber sido y no fueron,” dice Juan, “hacia dónde podríamos ir y no estamos yendo. Pero es chévere que eso exista en algún plano”. Para Juan, Tropicana Club es la respuesta.

Se está haciendo tarde y Juan tiene un viaje con uno de sus mejores amigos al parque nacional de Big Bend en Texas, en búsqueda de más experiencias que detengan el tiempo. Así llegó hasta este motel al borde de la autopista US 1 que soñaba con conocer, pero donde se la ha pasado todo el tiempo revisando en la puerta que no haya nadie afuera. “Uno tiene que tener cuidado con lo que sueña”, dice entre risas.

El sueño que crea Tropicana Club es que las canciones se puedan convertir en una catarsis para el dolor del paso del tiempo que tarde o temprano a todos nos llega. Tropicana Club es ese lugar donde el tiempo se puede detener, se puede devolver, y donde todo es posible.

Escucha a Tropicana Club:

 

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